CandilejasEsa persiana bajada y esas carteleras vacías, por las que con frecuencia merodean aficionados a la espera de noticias, significan un grave retroceso cultural para nuestra ciudad
Desde hace unos meses cuelga en la puerta de los cines Candilejas un cartel que advierte de cierre por reformas. Pero ya mosquea. Pasa el tiempo y por allí no se ve un mal saco de cemento, o sea, que no hace falta ser Sherlock Holmes para sospechar que Albacete ha perdido definitivamente ese pequeño pero valiosísimo santuario del sentido y la sensibilidad. Esa persiana bajada y esas carteleras vacías, por las que con frecuencia merodean aficionados a la espera de noticias, significan un grave retroceso cultural para nuestra ciudad. También simbolizan el final de un tiempo que los que suscriben empezamos a vivir, ¡con qué avidez!, en nuestra lejana infancia.
Para muchos de los que ya rebasamos la cuarentena, todo comenzó cuando, cada mañana de domingo, acudíamos emocionados a la matinal del Astoria. Cinco pesetas valía la entrada para un pase doble y a veces triple. Solían proyectar todos los años las mismas cintas, pero no nos importaba. Incluso tenía sus ventajas. Por ejemplo, sabíamos de antemano que en Maciste contra los fantasmas la protagonista descubría casualmente un pecho, el único que algunos veríamos en lustros, y ese conocimiento previo nos permitía disfrutar de ese instante supremo con un deleite insuperable. Solía haber mucho ruido y las películas eran más bien malotas, pero lo fundamental era que estábamos en el cine, y que ante nosotros se desplegaban historias fantásticas que nos hacían olvidar, aunque fuese por unos momentos, la aridez de las matemáticas, las broncas paternas o las collejas que nos soltaban en clase. El cine era un refugio, y una oportunidad para soñar, es decir, para no volverse locos.
Pasó el tiempo y el Astoria se convirtió en un bingo, pero nos quedaban muchos otros cines. El Teatro Circo era uno de nuestros preferidos, tan elegante, tan bonito, ¡tan cómodo!, ¡tan bien diseñado!, ¡con tan buena visibilidad!, con esas butacas señoriales, mullidas, confortabilísimas, no como ahora, que los asientos parecen silletas de camping y, si te toca columna, te enteras de la misa, la mitad. Después de un largo tiempo de gloria, el Teatro Circo padeció décadas de ruina para terminar siendo rehabilitado de forma más bien chapucerilla, todo hay que decirlo.
De parecido porte era el Gran Hotel, que fue convertido en parking, y más plebeyos pero más modernos eran el Carretas, donde todos temblamos viendo Terremoto, que incorporaba el recién inventado sistema sensorround, y que ahora es sede de un Mercadona, el Capitol, el Cervantes, el Carlos III, el Goya, el Palafox… Salas todas que fueron sucumbiendo ante la especulación inmobiliaria, la competencia de las grandes superficies y la intromisión de un aparatito doméstico que prácticamente ya no existe: el vídeo.
Y frente a toda esa oleada de clausuras y claudicaciones, de pronto surgió un islote de resistencia a la manera de la aldea gala de Astérix y Obélix: los cines Candilejas. Al principio también tenían salas X. Los adictos al género se deslizaban escurridizos hacia el interior huyendo de miradas impertinentes, y allí conjuraban sus demonios, o buscaban consuelo a su soledad, por decirlo de alguna manera. Posteriormente, tras el correspondiente remozamiento, todos los espacios se dedicaron a películas «normales», y desde entonces cada una de sus pequeñas salas, tan pequeñas que a veces resultaba una descortesía no saludar al resto de espectadores, se convirtió en una ventana al mundo. En ellas asistimos a historias distintas, vimos otros paisajes, conocimos otras personas, nos aproximamos a otras culturas, a otras sensibilidades. No todas las películas eran magníficas, pero en una época que tiende peligrosamente a la zafiedad y a la tontuna permanente, los cines Candilejas nos ofrecían la posibilidad de conectar con la misma materia prima de que se compone la vida.
Como demuestra el éxito de la Filmoteca y del festival Abycine, mucha gente no se conforma con la programación comercial ordinaria, en un 90% superproducciones estadounidenses tan planas como previsibles. Ojalá que alguien (individuo, colectivo o institución) haga algo con los cines Candilejas. De lo contrario, Albacete será un poquito menos habitable. Y un poquito más gris. Y un poquito más aburrida.
http://www.laverdad.es/albacete/v/20101229/opinion/candilejas-20101229.html
BLOG OFICIAL CINE CANDILEJAS (sin cartelera desde hace meses...)http://cinecandilejas.blogspot.com/